Hoy no les voy a contar mi historia, sino la historia de una de las mujeres más fuertes que he conocido en la vida. Todas tenemos una, para algunas es su mamá y para otras es su abuela. Tengo una familia llena de personajes excepcionales, pero mi tía abuela Helen (Lelenita para mi y para mi hermano) siempre va a tener un lugar especial en mi corazón.
Mi familia era una llena de mujeres fuertes. Mi bisabuela Raquel vivió en Estados Unidos y se crió en una escuela Inglesa. Cuando la revolución estalló en Mexico a inicios del siglo pasado, su papá envió a su hermano menor para acompañarla en el tren, ya que en esos tiempos era impensable que una mujer sola hiciera el trayecto, y se fue acompañado por su mejor amigo Benito. Este último quedó enamorado de ella y llegando a Mexico se casaron, no importando la desaprobación de la familia ya que Benito era algunos años menor que ella 😅. Los dos cerraron el compromiso con un anillo azul, se casaron y tuvieron seis hijas (entre ellas mi abuelita Anita y mi tía Helen)
Mi bisabuelo adoraba a sus niñas, el y mi bisabuela las empujaron a todas a tener una carrera. “No hay mejor marido que una carrera”, les dijo, cuando se quejaron porque una vecina les había hecho una brujería para no encontrar novio 😅 porque contaban las malas lenguas que el galán de la vecina quería andar con una de mis tías. Todas salvo una entraron a la universidad o a la Normal de maestras.
A todas mis tías y mi abue las he adorado. Pero mi tía Helen y yo siempre tuvimos una conexión especial.
Su pasión era la Historia de México, pero en los años cincuenta una mujer historiadora en el país era algo poco común, terminó siendo maestra de Historia, y al parecer la brujería de la vecina no sirvió porque encontró marido y muy pronto. Muy poco se de “el difunto” como le decía mi tía. Cuando acababan de casarse, mi tía tenía un muy buen sueldo, y su flamante marido decidió renunciar al suyo. Esto a Lelenita no le pareció muy bien y le dio tres meses para encontrar trabajo nuevo, apenas media 1.50m pero mi tía era no se andaba con juegos. El no se lo tomó muy en serio y mi tía lo sacó de su vida y nunca más se volvió a saber de el. Si mi tía conservo las fotos de la boda fue porque su vestido estaba muy bonito, nos decía 😂.
Mi tía era una mujer mujer muy fuerte y pura autoridad. Recuerdo haber ido a su escuela de chiquita con mi mamá para entregarle alguna cosa que había olvidado, y en su salón solo se escuchaban sus tacones caminando de un lado al otro, mientras con voz clara explicaba con lujo de detalle alguna lucha entr los tlaxcaltecas y españoles. Y contaba todo con tanta gracia y detalle que uno se embobaba escuchándola y jamás vi a ninguno de sus alumnos siquiera tratar de interrumpirla.
Y siempre estuvo ahí para sus hermanas. Una de ellas había caído en una relación abusiva, y un día el desgraciado le rompió la mano. Cuentan que cuando mi tía Helen llego a ayudar a su hermana (avisada por un familiar) el abusador se fue a esconder debajo de carro 😂.
Pero sobre todo mi tía era una persona amable y dulce. Un día se encontró a un amigo de su papá en la gasolinera, ya era muy de noche, y el señor que ya estaba entrado en años seguía trabajando vendiendo billetes de lotería. No se había ido a su casa porque no había vendido ninguno. Lelenita con su corazón de oro le compro todos los billetes para los que le alcanzó. Unos días después uno de los billetes salió premiado, ella se compró un carro, le dio dinero al señor, y pagó la boda de mis papás con el dinero. Siempre andaba buscando como ayudar y hacer feliz a la gente.
Después de el asesinato de mi papá, mis tías y mi abuelita se turnaban para cuidarnos a mi y a mi hermano mientras mi mamá trabajaba. Lo que más recuerdo en ese tiempo eran sus historias, mientras me preparaba mi caldito de pollo o su sopa de cazuelitas. Ella me enseñó a leer y me heredo su amor por los libros.
Nos subía a todos los sobrinos a su camioneta y nos llevaba a sus museos favoritos. El mejor era el de antropología e historia en Chapultepec. Ella coleccionaba figuras aztecas y olmecas. Un día nos encerramos en la sala y pintamos las teclas de el piano de marfil de mi bisabuela con nuestras “recreaciones” de dibujos aztecas con un marcador y acomodamos todas sus figuras como exhibición de museo 😅. Mi tía vio pacientemente todo nuestro “museo” y nos felicitó, antes de intentar desesperadamente de limpiar las teclas del piano. Jamás recibimos un regaño.
Cuando estaba juntando dinero para pagar mi pasaporte, mi visa y mis exámenes médicos para ir al barco empecé a tratar de vender mis pinturas que había hecho en el último año sin mucho éxito. Mientras mi mamá les contaba a todos que seguro era algo de trata de blancas y que ella no estaba muy convencida de que el trabajo fuera real, Lelenita me llevo a su recámara y abrió su caja fuerte. Me compró todas mis pinturas (que después enmarco y colgó por toda su casa) y me dio el anillo azul de mi bisabuela, Me dio un abrazo y me dijo que ella creía en mi. Ese fue su regalo más grande. Siempre creyó en mi.
Aún escribiendo esto se me hace un nudo en la garganta, todavía no supero el que se haya ido a otro plano hace casi diez años. Su anillo lo llevo conmigo siempre y fue la inspiración para el anillo que me dio Rob cuando me pidió matrimonio. Espero que algún día pueda llegar a ser una quinta parte de lo magnifica que fue mi tía, pero creo que esa misión es insuperable, sólo me queda tratar.
Ojalá que la historia de mi tía las haya inspirado un poquito el día de hoy.