Hace mucho tiempo, cuando era joven, mi mamá se había embarcado en la tarea de buscarme marido. Yo andaba viajando por el mundo en ese tiempo y sentar cabeza era lo ultimo en mi radar. Era libre, independiente y amaba mi autonomía. Por años me libre de los embustes casamenteros de mi madre y después de haber terminado una relación en verdad terrible había decidido yo que lo mío iba a ser vivir en una casa vieja, con un piano y convertirme en una “señora excéntrica” con muchos gatos.
De alguna manera, la excentricidad me parecía de lejos preferible a convertirme en alguna de esas señoras de las lomas, cuya única distracción es salir a desayunar con las amigas (Si, era una criticona de lo peor).
Entonces murió mi mamá. Y con su muerte llego un auto descubrimiento y unas ganas inmensas de tener una familia. Me di permiso para anhelar cosas que me habían parecido antes cursis. Casi por arte de magia conocí después a mi marido y formamos una familia. Ahora soy la típica mamá que su alegría semanal es reunirse con sus amigas para tomarse una taza de café y no me da vergüenza decir que amo ser ama de casa. A veces me cansa? Claro! Hay días que los platos se quedan sin lavar, y he pensado varías veces en prenderle fuego a la montaña de ropa sucia, pero ver a mi chiquito crecer y sus abrazos, valen por todo lo que me pude imaginar en la vida.
Las dejo, que mi novela se quedo bien interesante… 😄