Salir con nuestros niños es la mejor forma de fortalecer los vínculos familiares. Y no estoy hablando necesariamente de un viaje a Europa o a las playas del Caribe. Algunas veces, solo viajar a algún pueblito cercano, por el fin de semana nos puede ayudar bastante.
Y no solo a los niños, como pareja muchas veces necesitamos salir y encontrarnos de nuevo, en diferentes ambientes y lejos de la rutina conocida.
Y conocer lugares nuevos, ayuda a tus hijos a ampliar sus horizontes, aprender a relacionarse con gente nueva, ver costumbres diferentes y expandir ajustarse a cambios de una forma más eficiente. Aún en niños con necesidades diferentes (en el caso de mi hijo, Lord G con autismo) el viajar constantemente le ha ayudado a no mantener horarios rígidos y ser bastante bueno para acoplarse a nuevos ambientes.
Viajar aporta una visión y riqueza totalmente diferente a nuestra vida que nada más te puede ofrecer.
Y sobre todo, nos da recuerdos que duran toda la vida.
Yo ya no recuerdo muchos juguetes que me regalaron en mi infancia, pero puedo aún oler la deliciosa barbacoa Pachuqueña, los colores brillantes de los zarpes en el mercado de Taxco, el olor de los mariscos en Acapulco, y las deliciosas caminatas a los mercados locales a los que nos llevaba mi abuelo cada fin de semana.
Más adelante decidí trabajar en alta mar, y fue una de las mejores decisiones de mi vida. Conocí cientos de pueblos, ciudades y países. Ahora es una prioridad en mi vida, que mis hijos conozcan todo lo que yo les pueda aportar en cuanto viajes, obviamente siempre ajustándonos a nuestro presupuesto.
Para los niños, estas experiencias van formando su carácter y personalidad, pues no siempre se puede hacer todo lo que desean en los viajes, hay que tener otro tipo de rutinas y adaptarse a cambios, incluso si van con otras personas hay que aprender a convivir y superar dificultades.
Las experiencias compartidas unen más a las personas, por lo que un viaje para la familia siempre será enriquecedor, para los hermanos o primos serán oportunidades invaluables de conectar y compartir, pues se convierten después en historias que perdurarán a través del tiempo.
Así que este fin de semana, sal con tu familia a pueblear (aunque sea a Coyoacán, a comer unos esquites y ver a los mimos. Tal vez comerse unos churros y una torta en “El Jarocho”)
Invierte en vivencias, no en objetos. Tus hijos te lo van a agradecer un día.