Hay días que soy Súper Mamá, otros días soy una muy mamá promedio… y eso está bien.

Hay días que me levanto con cuerda. Me baño yo, baño a mi gordito, le doy un desayuno totalmente orgánico con frutas picadas y yogurt natural y nos vamos al parque a tomar aire fresco y caminar.

Otros días que se me hace tarde y terminamos desayunando hot cakes preparados o cereal y no nos bañamos. Dedicamos la mañana a ver Peppa Pig y bailar miiiiiii pollito amarillitooooo.

 

Hay horas en que me las paso enteras en el piso jugando con el, cantándole canciones y explicándole que la vaca lechera no es una vaca cualquiera. Releyendo todos los libros que le gustan y construyendo con sus bloques.

Otras horas lo dejo jugar solo en el piso mientras me pierdo leyendo artículos sobre cómo ser una buena mamá y poniendome al tanto de los chismes porque hablando con franqueza, uno no puede entretenerlos todas las horas del día, así que a veces, incluso, le presto mi iPad para jugar.

Hay días que mi casa está impecable (bueno, yo creo qué tal vez sean minutos 😂) pero mis pisos están trapeandos, la cocina limpia y la cena lista para cuando llega mi marido

Hay días en que los trastes hacen una torre más alta que la latinoamericana, los cestos de la ropa sucia se desbordan y le ruego a mi marido que cocine el o (mejor aún) que ordene una pizza (con harta piña, para los haters)

Hay días que mientras mi gordito se duerme hago todo el quehacer en un ratito, lavo baños, limpio mi recámara, la cocina, doblo la ropa, posteo cosas para Mamá Cínica, dobló la ropa y limpio el jardín.

Hay días que ese tiempo se me va pensando en la inmortalidad del cangrejo o me aviento un sueñito (a pesar de qué la casa esta patas para arriba.

Soy perfectamente imperfecta como madre y está bien. Como todas, hay días que todo me sale perfecto y otros no, pero al final espero que mis hijos recuerden con amor está etapa de contradicciones ❤️

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